La muerte silenciosa de un bosque

Por Katharine Lowrie: Notebook, Opinión: Miércoles 29 de agosto de 2012 a las 9:55 hs.

¿Qué imágenes evoca la Patagonia? ¿Una estepa helada? Sí, también eso, pero mientras navegábamos por los fiordos de Chile descubrimos que también hay selvas exuberantes y aguas de color turquesa. Ahora, mientras corremos empujando nuestro carrito reciclado atravesando el invierno patagónico, nos encontramos con otro paisaje inesperado: un bosque de lenga.

El bosque de Lenga cubre valles, mesetas y montañas. Como todo el que ha pasado por una guerra, estos árboles se aferran a la vida. ¡Y qué vida! Entrelazados en sus ramas plateadas cuelgan jardines de epífitas o plantas aéreas, que extraen micronutrientes que flotan en el aire y caen con la lluvia.

Para nosotros el bosque es un refugio. Nuestra tienda de campaña es fuerte, pero será nuestro hogar durante el año que dura la expedición, realmente no queremos arriesgarnos a comprobar (o no) si puede resistir los vientos huracanados de la Patagonia. Así que, al final del día, después de haber corrido 32 km, buscamos en el horizonte nuestros bosques-refugio.

Una vez adentro, bajo sus ramas nudosas cubiertas de musgo; los sonidos y sobre todo el viento, se apagan. Elegimos un lugar escondido en el sotobosque, rodeado de helechos, hierbas y ramas caídas.

Es una lástima que no sea la estación del año en la que podríamos abastecernos de las suculentas bayas violetas de la Berberis linearifolia o Calafate.

Pero no somos solo nosotros los que disfrutamos de la calma que ofrece el bosque de lenga. A la mañana, mientras junto agua de una parte del río que no está congelada, descubro un par de ojos mirándome. Un zorro gris. Me mira fijo y luego, repentinamente, se va dando un plumerazo con su cola peluda color chocolate en la punta. Sigo sus huellas en la nieve, pero me distrae un chillido agudo. Dos pájaros carpinteros magallánicos buscan larvas en las ramas podridas. La hembra, con su penacho en la cabeza tiene aire de descocada, mientras que el macho, con su cabeza toda colorada, da la impresión de haberse pasado demasiado tiempo al sol en la playa.

Pero hay algo que no está bien. A medida que pasamos por más y más bosques de lenga, empezamos a notar un patrón que se repite. El sotobosque que nutre las semillas de las nuevas lengas ha desaparecido. Los árboles que quedan están doblados por el viento y casi muertos. Y entre esa devastadora imagen, la omnipresente oveja, pasta.

El rompecabezas empieza a tomar forma. Vacas y ovejas pastan en el sotobosque. Se rascan contra las ramas y las empujan hasta que se caen, comen los brotes de las nuevas lengas y pisotean la frágil flora dejando tras de sí un cementerio hueco de árboles caídos y otros que apenas se pueden mantener en pie.

Hoy, donde alguna vez hubo un bosque, hay solo pasto, ya no más un refugio. No hay vida silvestre. Las raíces que tejen el suelo, filtran y guían el agua hacia los ríos, han desaparecido. El viento ruge entre los cadáveres que cubren el bosque dándoles el golpe final.

Por supuesto, sabemos que en el mundo de la naturaleza la cosa no es tan simple. Otros factores han contribuido a esta situación, la acción del hombre con la tala y la quema para mejorar el pasto. La demanda de más carne argentina y chilena a bajo costo aumenta la cantidad de ganado que pasta en las colinas, no ya a miles sino a millones. Sin embargo mencionar “pastoreo excesivo” es como decir un insulto en estos países donde el asado es rey y bifes magníficos crepitan en las brasas a lo largo de ambos países.

Sin embargo, el mismo ganado que contribuye a la desaparición de los bosques en la Patagonia, también se beneficia de ellos, de su reparo, de los ríos que los atraviesan y de su variada vegetación. Los turistas además pagan para visitar esta tierra y descubrir al huemul y a los pumas cazando en las sombras de los bosques.

¿Cuál es el futuro de estos bosques? En el Reino Unido y en toda Europa, el sector agropecuario recibe subsidios de las Naciones Unidas para cercar al ganado y proteger así a los bosques permitiendo su regeneración. ¿Es posible que se introduzcan proyectos similares aquí? ¿Sería posible convencer al sector agropecuario de centrarse en la calidad más que en la cantidad? ¿El público elegiría comprar carne de un productor que tiene en consideración el ecosistema sobre otro cuyas acciones contribuyen al deterioro de los mismos?

Entonces les pido que antes de hincar el colmillo en esa hamburguesa o corte de carne barato, dediquen un minuto a considerar el futuro de los bosques de Lenga.

GRACIAS MARIA PELLETTA por la traducción.

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